Súbete a una caminadora. Empieza a correr. Lentamente. Solo
corre. No te propongas límites ni de tiempo, ni de distancia. Corre.
Estás corriendo hacia tu piedad.
Han pasado 5 minutos, luego 10. La piedad envía a su primer
explorador llamado mente, el cual te dice:
— Vale, es suficiente por hoy, mañana seguirás luchando
contra la piedad.
Sigue corriendo. Sientes un cansancio ligero mientras tu
mente continúa el diálogo:
— Ya, amigo. ¡Tres kilómetros desde el primer intento! Y eso
que la última vez que corriste fue hace 10 años. ¡Bien hecho! Puedes sentirte
orgulloso.
Corre. El diálogo se vuelve más fuerte:
— ¿Qué quieres demostrar y a quién? Nadie lo ve, nadie lo
valorará. Eres un idiota. No se debe esforzar tanto el organismo.
No te detengas. Tu cuerpo se cansa más y más.
— Caramba, ya me duele. Ya basta. Ya no puedo más. Estoy
cansado.
Dificultad para respirar, dolor. Corre.
— Te hubieras visto de lado. No te avergüences, vegetal.
Estás corriendo como un hipopótamo cojo. Todos al verte piensan que eres un
tonto.
¡CORRE!
— Quiero bañarme, quiero descansar. Fumemos, comamos algo
delicioso. Deja de correr, vamos al cine. Me siento mal.
Corre. Tu cuerpo ya no te hace caso pero corre.
— ¡Por favor! ¡Déjalo! Me siento mal. Me moriré ahora. ¡Me
doy LÁSTIMA!
Corre. Corre por correr. Quieres llorar, llora. Quieres
gritar, grita. Pero sigue corriendo. Y de pronto.
— ...
Correr se vuelve fácil...
— ...
Sientes un segundo aliento. Sientes voluntad. Y junto con
ella regresa la lástima:
— ¡Bien! Me ganaste. Y ahora vamos al cine.
Corre. La lástima seguirá regresando una y otra vez. Te
seguirá engañando y confundiendo, provocándote depresión y dudas, te estará
seduciendo. Pase lo que pase, sigue corriendo. Tu cuerpo es más fuerte que tu
lástima. Un día estarás vacío, podrás correr sin lástima.
Aplícalo siempre. Cuando te sientas desanimado, cuando creas
que alguien está siendo injusto contigo, cuando la pereza quiera hacerte
rendir. Busca el lugar sin lástima. Entrénate. En tu relación, en la
meditación, en el trabajo...
Vuélvete despiadado. Despiadado contigo mismo.
Autor: Aleksey Pohabov
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